¿Cómo puede volver a verles? Estas palabras de vergüenza han sido a menudo dichas o sentidas en la iglesia. Muchas vidas se han descarriado y muchos talentos valiosos se han perdido para el servicio de Dios a causa de estos sentimientos.
Muchos jóvenes que cayeron en pecado, y no han podido aceptar el perdón, han sido perdidos por sus familiares y por la iglesia. Dichos jóvenes se arrepintieron sinceramente, pero han sentido vergüenza de mirar de nuevo a aquellos en quienes reconocen normas más altas de vida. Maestros de escuela bíblica, ancianos, diáconos y predicadores han abandonado sus puestos de servicio por la vergüenza que experimentan a causa de sus faltas.
Este sentido de vergüenza y culpa es muy poderoso, pero engañoso medio usado por el diablo para desviar los esfuerzos de los servicios de Dios. Es correcto el sentir culpa y vergüenza cuando pecamos, desprestigiando a Cristo y a su iglesia, pero no es cosa apropiada el permitir que estos sentimientos obstruyan nuestro servicio cristiano una vez que estemos sinceramente arrepentidos.
Aprendiendo a aceptar el perdón
Al aprender a aceptar el perdón, dése usted cuenta de estas cosas:
1. Todos los hombres somos pecadores (Rom. 3.9-26), Algunos podrán ocultar sus pecados de la vista del público, pero todos somos pecadores.
2. Dios perdona y olvida completamente todos los pecados cuando nos arrepentimos sincera mente (1 Juan 1.6-10; Heb. 8.12).
3. Por lo tanto, debemos regocijarnos en el perdón divino, aceptar su misericordia y servirle con gratitud.
Pecado y perdón
David pecó gravemente al cometer adulterio, seduciendo a la embriaguez y planeando la muerte d Urías (2 Sam. 11.2 – 12.15). Angustiado por sus pecados, se arrepintió sinceramente (Salmos 51.1-17). Dios le perdonó y David aceptó este perdón. No renunció a su reino, no dejó de escribir salmos, no adoptó una actitud retrógrada ni disminuyó su servicio a Dios. Al contrario, se acrecentó su servicio y dio culminación a su vida con los preparativos para la edificación del templo (1 Crón. 22.1-30).
Pedro pecó negando a Cristo, pero se arrepintió y aceptó el perdón. De ahí en adelante pasó a ser uno de los predicadores más activos en la historia de la iglesia. Posteriormente pecó de nuevo al menospreciar a los gentiles en Antioquía (Gal. 2.11-21). Sin embargo, no renunció a ser apóstol ni dejo de predicar. Siguió predicando, sirviendo y escribiendo.
Pablo fue un pecador “blasfemador, perseguidor e injuriador” (1 Tim. 1.13). Pero obtuvo misericordia, aceptó el perdón y sirvió al Señor con todo su poder.
La gracia y el poder de Dios no se entienden para animarnos a pecar (Rom. 5.20-6.2). En realidad su palabra dice que no podemos pecar (1 Juan 2.1). Sin embargo, “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. Por lo tanto, aceptemos el perdón de Dios, y no nos retengamos en su servicio.
Flexibilidad
Es característica cristiana la elasticidad —la capacidad de un cuerpo retorcido para recobrar su tamaño y readaptarse después de haber sido deformado. El pecado deforma, pero el perdón de Dios nos hace nuevas criaturas. Acepte su perdón, haga a un lado la vergüenza y active su servicio a Dios.
Cuando usted ha confesado sus pecados, confíe en la promesa de Dios, de perdonar y olvidar. No continúe usted mencionando pecados que ya ha confesado, pues Dios ha olvidado ya. Tenga usted la flexibilidad para reanudar la empresa de ser una nueva criatura.
Todos estamos a un mismo nivel como pecadores perdonados. Con la cabeza en alto, glorifiquemos a Dios con un servicio lleno de gratitud.
—F. Furman Kearley
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